Análisis. Trampas y negocios cuando todo valeSergio Massa quebró todos los limites conocidos para llevar la campaña a un espacio sucio y obscenoOpiniónPor Joaquín Morales Solá
Nunca imaginó que sería el candidato del casi unánime peronismo. Desde que la enfrentó a Cristina Kirchner en 2013, Sergio Massa suponía que su destino presidencial se dirimiría como un díscolo del partido de Perón. Hasta logró alianzas con Margarita Stolbizer, autora de varias de las más duras denuncias contra la corrupción de los Kirchner, para mostrar que su camino estaba fuera de la versión kirchnerista del justicialismo. Resulta que de pronto se encontró con su candidatura presidencial amparada por un amplio mosaico del establishment peronista: por el propio kirchnerismo en su actual tiempo de conmovedora fragilidad política; por los gobernadores peronistas (que solo querían zafar del vano camporismo al que los llevaba Cristina Kirchner), y por los sindicatos peronistas, que electoralmente no significan nada, aunque deben estar para cumplir con los requisitos que alguna vez instauró el fundador de esa organización política. Los dueños de los gremios también soñaban con una candidatura que dejara atrás los privilegios de la “generación diezmada” y, por lo tanto, de los militantes de La Cámpora.